Un día, cuando era muy pequeña, llegué de un viaje muy largo, estaba sentada debajo de un árbol, tenía a mi muñeca favorita, pensé que me había extraviado, tenía miedo.
-¡Oye! ¡Esa es tu muñeca!, es linda-
Me dijo un angelita diminuta, yo como era traviesa pensé que era un sueño. Era más pequeñita que yo y tenía el pelo más largo, era muy educada y fina, parecía francesa, me contaba que ella tenía alas, que su abuelita se las había regalado por ser una niñita buena, no entendía, me llevó a su casa, y no me daba cuenta pero me trataban como si yo fuera de su familia, era como si siempre hubiese estado allí...
-¡Que olvidadiza eres Alexandra!-
-Yo soy tu abuelita!-
Me dijo el ángel más grande,
-Tú eres de aquí, siempre lo has sido, lo que pasa es que con tantos viajes en tu globo olvidas todo- y me regaló una plumita de su ala dorada para que yo escribiera las cosas importantes; en donde queda la luna, cómo se llama mi perro, mi nombre completo...
El ángel mayor se llamaba Aida y era tan rara como el ángel pequeño, le escribía letras a la Pachamama y a la niñita que era tan dulce como una palomita de maíz versos.
-¿O sea que usted es mi Abuelita también?- le pregunté al ángel mayor
-Siempre he sido tu abuelita, y ese angelito pequeñito que se parece a tu muñeca es tu hermanita mayor-
-¿Mayor? ¡Si yo soy más alta!-
-¡Eso te pasa por no comer pasas!-
Nunca entendí cuanto tiempo me había ausentado en mi globo aeróstatico y en que taco de nubes me encontré por tantos años y empezé a comer cientos de pasas para no olvidar nada más, pero no importaba, el ángelito pequeño me dijo que tenía buena memoria y me contó que cuando nací era preciosa y que en vez de llorar como todos los niños yo reí. A veces me pregunto cómo hacía ese angelito para recordar tanto...
La niñita con alas y la señora de collar elegante, (su collar era de oro, lo heredó de su mamá y me dijo que lo conservaba de cuando era del tamaño de una nuez)...
-¡Eso es muy valioso Sra! ¿y nunca se le perdió una perla?-
-Alexandra las cosas tienen valor no por lo que valen si no por lo que representan- y sacó de su bolsillo esa plumita que aún conservo.
El reloj de arena se llenó muy rápido, un día pasó y otro, un día me miré al espejo y lucía diferente ¡creo que los años pasaron! pero las pasas hicieron su efecto y aún recuerdo como si fuera ayer cuando ví por última vez a Aida en ese horrible lugar, ni siquiera me reconoció y salí corriendo...
Nunca más la ví, pero creo que un día sin querer regresé a ese lugar miserable, en busca de algo que me devolviera la vida, necesitaba una luz, vivir y recordé de nuevo...
Cuando salí corriendo olvidé al ángel de Aida, creo que todos lo hicimos de alguna forma, después supe que ese ángel pequeñito fue la única que la cuidó por días, semanas, de una larga lista. ¿Cómo una mujer dulce, escritora, música, madre de diez hijos puede quedar sola? A veces me pregunto qué fué lo que nos pasó ¿miedo? ¿dolor? o sólo que todos teníamos otros planes a la hora de las visitas, Aún no lo sé...
A ti abuelita ángel en el aniversario de tu partida, quien me enseñó mis primeras letras, la danza, la poesía, todo lo que soy. Y sobretodo a tus alas hermanita ángel que ni un sólo día dejaste entrar a las sombras a esa habitación y la llenaste de flores de papel .
Supe que ese día surraste en su oído una mentira...
Que estábamos todos ahí ¡Que mentira más maravillosa!...