Algunas plumas

Una vez te regalé el principito en miniatura y te dije Raphaela tú eres la Rosa Vanidosa de este cuento, tu sonreíste como siempre y nos despedimos con lágrimas...
Aida nos decía que los sonidos generaban ecos y que si el miedo era un ruido teníamos que tapar nuestros oídos.
Recuerdo perfectamente el libro que me regalaste y nuestra despedida que fué entre lágrimas... Fuí a ver en las alturas como los humanos eran capaces de llorar... Ví ángeles de piedras mientras mis piruetas no eran tan afinadas como decía mi maestra de Danza al ver mi espalda en corvatura, seguía en busca de Aida le llevaba flores, estaba medio perdida los cementerios son enormes.
¡Raphaela tendrás que despertar! aunque no quieras por que fuí en busca de Aida y hablamos intensamente de Ignacia, le llevé flores pero no precisamente sus favoritas le comenté de tus alas de Inti y ví tus letras reflejadas en el mármol.
El sol se dejó ver por un largo rato entonces lloré por tu risa, entonces lloré al ver tus letras inmortalizado su recordatorio, que habías hecho con tu propio corazón...
El sexto planeta era diez veces más grande que mi cuerpo, estaba habitado por Aida que escribía grandes libros...

-¡Anda, una escritora!- Exclamó cuando le divisó el Principito.
Este se sentó en la arena tomó uno de sus libros.
-¿De dónde vienes tú?- preguntó la escritora.
-¿Qué libro es ese tan grande?
-Preguntó a su vez el Principito-
-Soy escritora- Dijo Aida-
-¿Y que es un escritor?
-Es un sabio que sabe donde están las palabras, las idea con una pluma y escribe con su corazón aunque su pulso sea débil...
- Es muy interesante -Dijo el Principito- ¡Es un verdadero oficio!
-¿Has visto un ángel?...
¡Sí, escritora! no poseía alas, me dió su alma...
Me dijo que me amaba o algo parecido... Yo le dí mi cicatriz y burlas cuando ella quería sólo cuidar mi capa de los ignorantes... Me dijo que era vanidosa, que su pelo enmarañado podría acariciar en mi almohada, me obsequió Quinientos millones de salivas, quinientos millones de estrellas que habitan en mi planeta como una quejumbrosa roldana...
Me habló de Alexandra... Su hermana...
-¿Sabes por que no viste sus alas amarillas? me las dió cuando quise acariciar la estrella más lejana... Ella no quería que cediera por cansancio, pero mi tinta era débil como su corazón ahora...

El Principito comprendió perfectamente cual era su flor vanidosa...
No tenía que esperar por un amor libre, sabía cuantas espinas tenía en su cuerpo delgado...
Raphaela el cielo se viste de tu literatura y mis danzas comienzan a fortalecer mi raíz, te dí este libro en miniatura, Aida sabía que cada una es distinta a la otra
¡Que vida más interesante!
Gracias por cuidar mis giros y hacer que mis danzas esten en órbita...